Consumo de medicamentos, entre las exigencias del mercado y la salud de la gente
La automedicación, el alto índice de consumo de psicofármacos, la responsabilidad del Estado y el rol de los médicos en la Argentina son los temas claves de esta nota de opinión
Dr. Antonio Di Nanno, médico psiquiatra, secretario del Interior de la AMAP
Lamentablemente, existe una tendencia cada vez más creciente a medicalizar la vida. La idea de que una molécula, en este caso los psicofármacos, pueden cambiar desde la conducta hasta el humor de una persona se ha ido generalizando con un fuerte impulso de la industria farmacéutica, que ha contribuido para que esto suceda.
Algunos estudios han demostrado que las mujeres y los adultos mayores son los grupos poblacionales que registran un mayor consumo de psicofármacos y potenciadores del sueño El alto índice de automedicación, las responsabilidades que el Estado abandona, y las exigencias que el sistema impone al trabajo del médico son algunos de los factores que influyen en las elevadas tasas de consumo de fármacos.
Ninguna molécula es inocua, siempre produce un efecto. Si no fuera así, no podría venderse como medicamento. En la Argentina el uso de psicofármacos es altísimo, y junto con Francia nuestro país lidera las estadísticas de consumo per cápita a nivel mundial. Y lo más grave aún es que en la mayoría de los casos las personas se automedica a pesar de que se requiere receta para comprar estos medicamentos, lo que demuestra que hay fallas en los sistemas de control por parte del Estado.
Si en nuestro país aumenta la venta de medicamentos y se incrementan los índices de automedicación, es por las presiones que impone el mercado. La industria farmacéutica tiene una incidencia muy fuerte. La producción es carísima y los laboratorios ejercen una fuerte coacción, lo que demuestra que el crecimiento en el consumo está estrechamente vinculado al éxito del mercado.
El Estado debe estar siempre presente en todos los aspectos de la vida de cualquier ciudadano, pero en temas de salud y educación debería estar aún más vigente. Está comprobado que la idea de mercado en el ámbito de la salud no funcionó ni funciona, ni funcionará, y que lo único que hace es empeorar los indicadores sanitarios. Si no hay Estado, no hay salud porque la función del Estado es regular. En la Argentina el precio de los medicamentos está regulado por la Secretaría de Comercio, y el Ministerio de Salud no tiene intervención alguna en esta cuestión.
Además, existen otros asuntos que realmente asustan. En el interior de nuestro país hay producción nacional de medicamentos; sin embargo, existen normas que prohíben la comercialización entre provincias. Por ejemplo, la Universidad de Córdoba produce el factor 8 para la hemofilia a un precio bajísimo; sin embargo, en Buenos Aires se termina comprando a precios veinte o treinta veces más elevados a laboratorios extranjeros, justamente por esta disposición que impide que las provincias comercien entre sí.
¿Qué podemos hacer los médicos?
Desde nuestro rol, debemos contribuir difundiendo esta problemática y sus consecuencias. Es habitual que los profesionales se quejen sobre el uso irracional de medicamentos, pero también es cierto que si no hubiese médicos dispuestos a prescribirlos no existiría un índice tan elevado.
No podemos negar que si un profesional debe atender a diez pacientes en una hora, es muy probable que la mayoría de ellos salga del consultorio con una receta en la mano y una lista de estudios que no serían necesarios si contara con el tiempo suficiente para brindarle la atención adecuada a cada paciente.
Nuestro aporte es comunicar lo que está sucediendo y exigir que haya un Ministerio de Salud presente con autoridades que trabajen en pos de proteger la salud de los ciudadanos. El Estado no es un jugador cualquiera, no está para pintar la cancha, sino que debe ser quien dirija el partido.