Opinión. La medicina, una ciencia humanística. Por el Dr. Héctor Garín
La deshumanización de la medicina se explica por diferentes causas que van desde las vinculadas al médico y al paciente hasta cuestiones económicas y financieras
Dr. Héctor Garín, secretario General de la AMAP
En este tiempo estamos atravesando una etapa crítica de deshumanización de la medicina que se debe a múltiples causas, que podrían subdividirse en: del médico, de los pacientes, del sistema, de la tecnología, de la economía, de los financiadores de la salud, a las que se suma un Estado ausente.
Del médico. Pérdida del compromiso con la profesión, falencias en la formación, condiciones precarizadas de contratación laboral, baja remuneración, pérdida de la veta solidaria imprescindible de la profesión, burnout, maltrato y mercantilización de la actividad médica. Esta enumeración incompleta puede englobarse en un concepto clave: el negocio de la medicina, por el cual el sistema de salud se concibe como un sistema vinculado al comercio. En este proceso, el médico se transformó, también, en un “negocio” para sus empleadores en el sector privado. De esta forma, el profesional se aleja de la posibilidad de tomar decisiones sanitarias, queda descolocado frente al paciente y concluye como un eslabón más de una cadena productiva que solo busca el lucro. La herramienta principal que tiene el profesional ante esta realidad, por momentos desoladora, es agremiarse. Sumarse a los sindicatos médicos como la AMAP que lucha por sus derechos laborales y sus condiciones de trabajo. La unión del gremio médico es fundamental para lograr revertir esta grave situación.
Del paciente. Pérdida del respeto a la profesión médica, producto de la disminución del prestigio médico; situación social que lleva a un estado de agresividad; maltrato al profesional; agresiones personales; irrupción de “Dr. Google” con los problemas que trae aparejado su uso; sistemas de atención telefónica, que proponen una asistencia a distancia con el fin de abaratar costos. Todos estos factores debilitan la relación médico-paciente y contribuyen especialmente a la deshumanización de la medicina. La violencia de parte del paciente y sus familias hacia el equipo de salud, cara visible de un modelo en crisis, son el triste corolario de un vínculo resquebrajado. Pacientes y médicos son víctimas de factores muchas veces ajenos a ellos.
Del sistema. Los distintos subsistemas de salud tanto el público, el privado, el de las obras sociales como el de las ARTs, se han desprestigiado; algunos se han pauperizados, otros se han desfinanciado, y hoy ya no son competitivos. En general, han perdido rentabilidad y conviven en un sistema de servicios de salud anarquizado en el cual los pacientes de estos subsistemas no encuentran respuesta a sus requerimientos. La interconexión entre los diferentes subsistemas no tuvo el desarrollo que debería haber tenido, y hoy su retroalimentación resulta insuficiente, lo que genera que parte de la población no acceda a la atención oportuna de su salud o lo haga de manera deficiente. Los costos del sistema no pueden sostenerse en las mismas condiciones de antes cuando los valores no eran tan elevados. Pacientes y profesionales de la salud se encuentran atrapados en esta realidad en la cual son escasas las posibilidades de intervenir.
De la tecnología. El exponencial crecimiento de las nuevas tecnologías, genera la imposibilidad de mantener la actualización de las más modernas y de punta porque son muy costosas, difíciles de financiar y sin posibilidades de recuperar en tiempos razonables las inversiones. Todo esto obliga a retacear prestaciones para ser financieramente estables. La falta de regulación en la incorporación y uso de las nuevas tecnologías médicas suma complejidad a esta problemática. Es el Estado quien debe autorizar y regular la inclusión de los equipamientos, insumos y tecnología de última generación para un uso racional y apropiado.
De la economía. El tema económico es fundamental en este proceso de deshumanización dado que años atrás la medicina solo se ocupaba, aun en el sector privado, de la salud de la población. En la actualidad, el sistema sanitario cambió el eje de sus objetivos y muchas veces se preocupa más por su economía que por la salud. Los recursos en salud son siempre finitos. El equipamiento y los insumos han aumentado marcadamente, especialmente los importados que ya no están al alcance de todos los prestadores del sistema, solo las grandes empresas van a poder seguir comprándolos y actualizándose. A veces se trata de gastos evitables, absolutamente innecesarios, pero los recursos económicos se van rápidamente en estudios y se descuida un aspecto clave que el médico aprendió en su formación: escuchar, tocar, ver y examinar. Con la judicialización de la medicina, en algunas oportunidades, los médicos no son quienes eligen los tratamientos sino que son los jueces. En muchas ocasiones, el juez dicta un amparo y finalmente determina que se practique el tratamiento que solicitó el paciente. En general el tratamiento, la medicación, la intervención o los estudios que la Justicia dictaminó que se realicen son los más costosos, y resulta que se trata de la decisión de un juez, y no de la de un médico. Otro de los factores que aumenta notablemente los costos son los excesivos gastos en hotelería, cuando en realidad se deben garantizar condiciones de confort sin duda, pero sobre todo se deben priorizar las condiciones adecuadas de internación para evitar las infecciones hospitalarias. No es necesario que una habitación de internación se parezca a un hotel cinco estrellas y por eso los costos de la prestación se encarezcan tanto.
De los financiadores de la salud. Cuando el sector financiero del país tomó dimensión del dinero que movía el sector salud, decidió incursionar en el rubro transformando un sector solidario en un sector económico-comercial con un objetivo totalmente diferente: ganar dinero. Así surgieron clínicas, sanatorios privados, empresas de diagnóstico, de ambulancias, de emergencias y traslados, y de esta forma el negocio ocupó casi todos los espacios del sector salud. Los financiadores en salud realizan una inversión en búsqueda de ganancia, las prioridades sanitarias se ven desplazadas con los enormes riesgos que esto implica. Desde la AMAP no estamos en contra de los financiadores en sí mismos, sino en la falta de regulación del Estado para que esta financiación reduzca la inequidad en salud (que desde la incursión de las grandes empresas financieras creció notablemente). Los gobiernos deben garantizar el acceso a la salud igualitario y asegurar que las prestaciones sean la misma para todos sin distinciones. Hay un objetivo que cada vez se aleja más a medida que la salud forma parte de la dinámica financiera: buenos estándares de calidad sanitaria para todos.
De un Estado ausente. El sector de las obras sociales ante el abandono por parte del Estado de las políticas de salud, terminó creando efectores propios o debió realizar contratos con el sector privado para dar una mejor respuesta a sus representados. Este retiro real del Estado de sus responsabilidades sanitarias se observa, también, en el deterioro de los hospitales públicos de todo el país, en el lanzamiento de planes incumplibles, en la puesta en marcha de proyectos para la utilización de los residentes como mano de obra barata (como “Quiero ser residente” de la provincia de Buenos Aires). Todo esto habla de la ignorancia de la finalidad formativa del sistema de residencias, que queda desvirtuado totalmente cuando el trabajo de los jóvenes colegas se asemeja a mano de obra esclava. Generalmente, todos estos planes se presentan en función de la realidad de la CABA e ignoran al resto del país en donde las condiciones del sector son aún más precarias y que no mejorarían con estas medidas. En síntesis, el Estado no se hace cargo de su responsabilidad de velar por los derechos de los médicos. Tampoco, asume su función de contralor de las regulaciones vigentes sobre el ejercicio de la medicina en el ámbito privado.
La salud sin rumbo
Lamentablemente, desde nuestra organización sindical vemos con enorme preocupación el camino que va tomando el sector salud. Se proponen planes para atención telefónica en lugares donde hay una institución médica cada diez cuadras, solo para ganar más dinero mientras se ponen en riesgo la vida de los pacientes. Esta iniciativa sería útil en los sitios donde la accesibilidad a la atención médica es muy dificultosa.
Se crean programas para que los médicos se radiquen en ciudades del interior, especialmente apuntan a residentes en etapa de formación. La propuesta inhabilita las posibilidades reales de capacitación con el fin espurio de contar médicos que cubran los cargos vacantes sin importar si están o no habilitados como especialistas. Si hoy faltan médicos instructores de residentes en los centros de formación de la CABA, ni imaginar la dimensión de este problema en los centros del interior del país.
Otra iniciativa muy cuestionable es la que pretende poner en marcha sistemas de emergencias en todo el país –comenzando por la provincia de Buenos Aires-, servicio absolutamente necesario, pero sin contar con el personal médico adecuado o formado en emergencias, ni con los centros hospitalarios en condiciones de recibir esas demandas. Todo esto compromete aún más al sistema. Tampoco ayuda al sector sanitario, la disminución del gasto en salud pública en el PBI nacional, lo que habla del desinterés en este sistema.
Todos estos temas contribuyen a que la medicina en su conjunto se aleje de los principios que rigieron para ella desde el comienzo de la humanidad, principalmente la solidaridad, el amor por el semejante, la vocación de servicio al prójimo. Todos estos valores, se fueron reemplazando por el mercantilismo, por el negocio y por los intereses personales sobre los colectivos.
Desde quienes tienen la responsabilidad de conducir el sistema de salud, no se percibe vocación de cambio, ni conocimiento, ni capacidad de gestión, ni decisión política para solucionar este ¿importante? tema como que es la salud de la población.
La medicina implica sin duda el paradigma del hombre al lado del hombre, del hacer el bien sin mirar a quien, y hoy, lamentablemente esta ciencia humanística por definición se aleja cada vez más de su esencia.