La psiquiatría a punto de desaparecer: salud pública en peligro
La Secretaría de Salud de la Nación emitió la Resolución 715/19, que determina la desaparición de las instituciones mal llamadas monovalentes y descalifica al psiquiatra. La AMAP rechaza enfáticamente esta normativa
Por el Dr. Antonio Di Nanno
Secretario Gremial de la AMAP, médico psiquiatra
En una nueva muestra de cómo se banaliza la medicina -y la salud pública en general-, la Secretaría de Salud de la Nación emitió una cuestionable resolución, bajo el número 715/19, que reitera lo que ya sostiene la Ley Nacional de Salud Mental Nro. 26657: la desaparición de las instituciones mal llamadas monovalentes, porque en realidad son hospitales y clínicas de especialidad. Por otra parte, se disfraza la medida como una supuesta readaptación, de acuerdo a los términos de la citada ley.
Es muy importante esclarecer que en ningún lugar de la ley se menciona el cierre de hospitales sino que se introduce un término: desmanicomialización. Una palabra que resulta engañosa y por medio de la cual, en definitiva, se intenta hacer creer que las instituciones de salud mental o más claramente aquellas que atienden a pacientes con problemas psiquiátricos graves, pueden ser reemplazadas por cualquier tipo de institución de salud. Además, y esto es lo más preocupante, que los pacientes pueden ser atendidos por médicos generalistas, que por cierto no están hoy en condiciones de conocer el amplio campo de la psiquiatría. Esto implica, asimismo, el riesgo de que se maneje con peligrosa liviandad la administración de psicofármacos, como vemos que hoy ocurre habitualmente.
Estos medicamentos no son inocuos y no pueden indicarse si no se cuenta con determinados saberes. Entenderlo es clave, sobre todo, porque hoy se suelen recetar benzodiacepinas y antidepresivos como si se trataran de tés digestivos. Al fin y al cabo, esto es una muestra más de la banalización con que el Estado trata a la salud pública. También es una prueba del triunfo de la industria farmacéutica que ha generalizado el uso indiscriminado de los psicofármacos, con la tranquilidad de que “no pasa nada”, de que no será sanciona ni regulada.
El Estado debe estar presente
La tendencia es crear una psiquiatría de segunda para países subdesarrollados, que en la forma de enlatados vienen de los organismos internacionales como la Organización Panamericana de la Salud y de su referente, la Organización Mundial de la Salud. En nuestro país, este movimiento se encarna en la figura del Dr. Hugo Cohen, quien a conseguido colonizar la cabeza de muchos funcionarios y políticos haciéndoles creer que se trata de una medida progresista y humana ante las “arbitrariedades de los psiquiatras”.
Los hospitales neuropsiquiátricos no son manicomios. El manicomio no es un edificio con paredes altas y rejas, el manicomio está en la cabeza y el inconsciente de mucha gente que trabaja en el sistema y lo peor, en el imaginario social.
La desaparición de las instituciones públicas y privadas no es el camino, la opción pasa por contar con un Estado presente, dispuesto a invertir en salud, apoyar y desarrollar alternativas y modernizar las instituciones. Es imprescindible, además, que se comprenda que los profesionales que trabajamos en la salud mental, cada uno desde su incumbencia y desde hace muchísimos años, debemos seguir cumpliendo con nuestro trabajo con la dedicación y el amor que volcamos en nuestras respectivas especialidades.
En cuanto a los dispositivos de salud mental, deben transformarse para resolver los innumerables problemas del sector, entre otros, los trastornos mentales severos, las adicciones, que actualmente tienen cada vez menos espacios de atención, especialmente en hospitales y clínicas generales. Transformarse no implica que algunos efectores, los más complejos y con mayor experiencia, deban desaparecer.
Sabemos que las leyes están para cumplirse pero es necesario para que esto ocurra que tengan un correlato con las necesidades del pueblo. La Ley de Salud Mental es una norma que se focaliza en “las internaciones” y no en la salud mental como un problema de salud pública.
La salud mental es salud pública
La psiquiatría es una de las especialidades básicas de la medicina y así debe ser considerada como ocurre en la gran mayoría de los países centrales. No hay que olvidar, que la Argentina tiene una estirpe, historia y tradición muy rica como para ser denostada como lo está siendo. Podemos nombrar a hombres de la envergadura de Domingo Cabred, Mauricio Goldemberg, Jorge Pellegrini o Ramón Carrillo, que sin ser psiquiatra entendió claramente lo que significan las enfermedades mentales y la necesidad de humanizar la atención.
La experiencia de reforma de la Colonia Montes de Oca llevada adelante por el Lic. Jorge Rossetto o la del Hospital Estévez encabezada por los Dres. Julio Ainstein y Hugo Barrionuevo, son solo alguno de los ejemplos que muestran claramente que la Argentina es referente en el mundo de la atención humanizada de los pacientes psiquiátricos y la discapacidad.
Falta un largo camino por recorrer pero sabemos que no es el de la recomendación de cerrar hospitales y clínicas especializadas, que emana del sector salud. Los médicos psiquiatras estamos dispuestos a seguir luchando en defensa de la salud pública, la salud mental y el trabajo de los colegas. Muchas veces dejamos nuestra propia salud de lado y hasta nuestra vida por priorizar la labor y la vocación.
Los psiquiatras debemos entender que somos primero médicos, y que todos los médicos nos encontramos ante un ataque permanente que en caso de tener éxito pondrá a la salud pública en peligro.
Finalmente, debemos destacar que no existe forma más cruel de discriminar a las personas con problemas psiquiátricos y capacidades diferentes, que condenarlos a vivir y morir en las calles con el falso concepto de la libertad de ser locos.