La sociedad de la banalización
Por el Dr. Héctor Garín, secretario General de la AMAP. En este artículo se analiza como desde diferentes medios y redes sociales personas que no conocen sobre ciertas temáticas expresan sus opiniones, muchas veces socialmente aceptadas
En reiteradas oportunidades hemos hablado de la banalización de la medicina. Aplicamos este concepto cuando personas ajenas a nuestra profesión, sin conocimientos, experticia ni incumbencias toman decisiones que impactan sobre la salud de la población y sobre el ejercicio de la profesión. Nos referimos a legisladores, jueces, funcionarios del área y empresarios del sector. Todos ellos toman determinaciones que claramente se basan en la falta de sapiencia y persiguen, en general, fines económicos.
También banalizar la medicina es hablar de temas médicos sin saber nada de ellos, o con conocimientos muy limitados, y sin base científica. Un ejemplo que en su momento analizamos fue la muerte de la periodista Débora Pérez Volpín que provocó que muchos pacientes dejaran de hacerse estudios poniendo en riesgo su vida.
Pero el tema salud no es un caso aislado, hoy la sociedad vive una banalización en otras áreas claves bases de la Republica: justicia, educación, trabajo, economía, política y en áreas claves para la justicia social como el sindicalismo, cultura, arte, jubilados, etc. Desde diferentes programas de TV, radio y otros medios de comunicación masiva, personas que no conocen sobre estas temáticas opinan, afirman como si supieran y son aceptadas como verdades, contribuyendo así a la confusión general en la que muchas veces buceamos los argentinos.
Banalizar, un deporte nacional
Así como el Prof. Silvio Waisbord habla de la “sociedad de la distracción”, podríamos hablar de la “sociedad de la banalización”, que en realidad son dos caras de la misma moneda. La gente distraída que no presta atención a lo que ocurre, que no logra entender correctamente la realidad, que no se detiene en nada, solo podrá emitir juicios de valor superfluos, inconsistentes, triviales… banales.
La pregunta que nos interpela es ¿por qué sucede esto? ¿Por qué no abordamos con seriedad temas que son fundamentales para la vida de los argentinos? ¿Hay algunos que se benefician con esta situación? No hay una respuesta única, los motivos son muy variados e incluso muchos de ellos, yo los desconozca. Cuando a la sociedad no se le dan posibilidades de trabajo y educación más fácilmente se la somete y se la maneja.
Sin duda las nuevas formas de comunicación potencian estos fenómenos. Umberto Eco en 2015 fue muy categórico sobre esta cuestión: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.
La comunicación en internet es sin duda un terreno ideal para la banalización de los saberes. Eco lo dice con mucha claridad: “En Internet (…) te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada. Piense tan solo en el éxito que tiene en Internet cualquier página web que hable de complots o que se inventen historias absurdas: tienen un increíble seguimiento, de navegadores y de personas importantes que se las toman en serio».
Lo cierto es que un “ejército” de banalizadores nos invade a diario opinando ligeramente sobre temas que requieren mucho rigor, sosteniendo falacias, equivocándose. Es necesario profundizar sobre lo que nos ocurre, debemos tomar conciencia de que los problemas que nos aquejan se agravan si personas sin idoneidad opinan sobre ellos, porque se genera confusión y se instalan mandatos que nada tienen que ver con la realidad.
Como en la sociedad de la distracción no hay tiempo para detenerse a investigar, a comprobar, a verificar, ocurre que las mentiras, las verdades a media, las falacias, los discursos vacíos se imponen como moneda corriente, mientras nuestro país pierde de vista a los problemas centrales, aquellos que son imprescindibles resolver (como son la educación, el trabajo y la justicia) para lograr una sociedad menos distraída, menos banalizada, y mucho más justa.
Iniciar la reconstrucción
La banalización de la sociedad se impone rápidamente mientras al mismo ritmo se destruyen valores esenciales, se actúa de manera irresponsable ante los problemas más graves que nos aquejan. Sin embargo, la reconstrucción de ese tejido social nos llevará años, la vuelta a los preceptos éticos que deben guiarnos nos tomará seguramente más de una generación de argentinos. Es momento, sin duda, de iniciar ese camino.