Estamos en la vereda correcta
En este artículo la AMAP destaca como todas sus gestiones sindicales así como sus reclamos son imprescindibles para dignificar al trabajador médico, más aún en el contexto de pandemia por COVID-19
Transcurre la cuarentena y se hace cada vez más evidente la situación crítica que atraviesa la sociedad. Cuanto más se agudizan los problemas, aparece con mayor fuerza un falso antagonismo: economía versus salud. Un dilema que parece invitarnos a elegir una u otra cara de la moneda.
Los que relativizan la pandemia y sus consecuencias evidencian su desconocimiento o lo más probable esconden una mirada individualista y desvirtuada de la realidad. Una pandemia se define por su nivel de transmisión y no por el impacto de su letalidad. Su definición es ·“Enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”.
El abordaje de una pandemia así como el de cualquier problema sanitario en un país se vincula a la concepción política imperante sobre la salud, lo que condicionará las estrategias políticas más allá de las definiciones. Nos referimos a “políticas” en su sentido más amplio relacionado a la asunción de las responsabilidades públicas en pos del bienestar de la comunidad, y no a partidismos ni antagonismos.
En la Argentina, el lugar que se le ha otorgado a la salud ha pasado por diversos estadíos y, consecuentemente, la sociedad se ha visto de beneficiada o perjudicada por las políticas sanitarias en cada período histórico. Desde el nombramiento del Dr. Ramón Carrillo como primer Ministro de Salud han pasado decenas de gobiernos con miradas que fluctuaron entre la salud como acto beneficencia, como privilegio y, en menor medida, como derecho.
Carrillo solía decir: “solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si estas son accesibles al pueblo”, pero nuestro pasado más reciente deja en evidencia que para algunos la salud sigue siendo un tema menor. No puede leerse de otro modo el menosprecio que significó reducir el Ministerio de Salud a una simple secretaría, acto que implicó un ataque directo a la salubridad nacional de la mano de un fuerte recorte presupuestario como por ejemplo en las partidas de vacunas, solo para mencionar uno de los más destacados.
Estos vaivenes no han dejado indemne a nuestro sistema de salud, todo lo contrario. Al sector público empobrecido se le adosa el sector privado gobernado por un grupo de empresarios codiciosos que fieles a sus intereses de lucro, han colaborado en la devastación del sistema. Esta realidad sumada una nueva enfermedad de la que aún no se conocen muchos aspectos ni se sabe a ciencia cierta cómo combatirla, generó la decisión de decretar el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Resolución que fue, sin dudas, acertada. Tengamos en cuenta que hoy, con un promedio de más de mil casos diarios, muchos hospitales y centros privados en CABA están casi colapsados.
La pandemia ha puesto blanco sobre negro, ya que junto a la cuarentena dictada por el Poder Ejecutivo, salió a luz la realidad de los trabajadores de la salud: precariedad laboral, bajos salarios, explotación de médicos en formación, son algunos de los emergentes más sobresalientes. Pero ninguno de ellos es una consecuencia de la pandemia de COVID-19, sino producto del desinterés que durante años hubo sobre la salud y que se tradujo en recortes presupuestarios, ajustes que recaen sobre los colegas, mientras prima la intención de los empresarios de llenarse los bolsillos a costa de la explotación de los trabajadores.
Con la crisis sanitaria en lo más alto, surgen situaciones que acrecientan el malestar de los trabajadores de la salud. La falta de equipos de protección personal (EPP), su mala calidad o el desconocimiento por falta de información y capacitación sobre cómo utilizarlos; son perjuicios que se suman a un incentivo económico escaso y tardío que a su vez afecta la credibilidad ante anuncios de mejoras que no terminan de llegar. Paralelamente, las empresas privadas advierten que no se encuentran en condiciones de pagar los salarios y piden ayuda al Estado, abonan los haberes fuera de términos legales y complican financieramente a los trabajadores sin dar ningún tipo de respuesta ni respaldo ante este escenario.
Hoy, la vida del trabajador de la salud está en peligro: la falta de controles y de cumplimientos de protocolos de protección, el aumento de los contagios entre el personal de salud, el desfinanciamiento económico, las pésimas condiciones laborales, el cobro de salarios en cuotas y la precariedad laboral, entendida como trabajo en negro, no registrado, y pluriempleo originado en los malos salarios.
Estas vivencias actuales refuerzan las convicciones de nuestro sindicato y reafirman el compromiso para continuar batallando por los derechos del médico como trabajador. Muchas de nuestras luchas gremiales tuvieron sus frutos. Por supuesto que no es un camino sencillo, y muchos de nuestros dirigentes han recibido agravios por decir la verdad, por proteger al médico ante situaciones irregulares. Pero hemos logrado cambiar el rumbo en muchas ocasiones y mejorar la situación que se vive cotidianamente.
Por supuesto que las críticas y las infamias provienen de aquellos que se resisten a reconocer los derechos de los médicos, por lo que no hacen otra cosa que reafirmarnos que nos encontramos en la vereda correcta.
Es imprescindible dignificar al trabajador de la salud y en particular a los médicos que durante años, en un marco de anomia, hemos sido el único sostén del sistema; incluso cuando hemos sido degradados en el ejercicio de la medicina y atacados por no claudicar en nuestras reivindicaciones.
“Ladran Sancho…”, señal que nuestras acciones se traducen en logros. Podríamos decir que las agresiones y calumnias, nos recuerdan que el sindicalismo, como dice nuestro secretario General de la AMAP, Dr. Héctor Garín, es para quienes tienen el “cuero duro”. Sin dudas es así, por eso cada uno de los dirigentes de la AMAP sigue firme en la lucha para que comprendamos que saldremos victoriosos solo si nos unimos, si nos sindicalizamos y entendemos que a través de entidades con personería gremial -como nuestro sindicato-, el trabajo médico volverá a ocupar el lugar que le corresponde y la salud será nuevamente un pilar sólido para que nuestra nación crezca.