Qué lleva a un médico a pensar en abandonar su profesión

La carta de una médica inglesa relata el por qué resolvió dejar de ejercer la medicina. El testimonio podría haber sido escrito por un colega argentino y refleja una dolorosa realidad

Por el Dr. Héctor Garín
Secretario General de la AMAP

“Es hora de poner a mis hijos primero. Así que perdón a todos los que me han apoyado. Perdón a todos aquellos jóvenes residentes que me admiran y a los que doy esperanza. Perdón a todo las personas de Inglaterra por renunciar a ellas. Simplemente no puedo mirar hacia el futuro ni afrontar más esto”. Este es solo un párrafo de una desgarradora carta que una médica inglesa escribió para explicar el por qué decidió abandonar la profesión. El texto fue publicado el 22 de octubre de 2015 en el diario inglés The Guardian.
Si bien la realidad del Sistema de Nacional de Salud de Inglaterra es diferente al de la Argentina, algunas situaciones son notablemente parecidas: régimen de residencias hiper exigentes y mal remunerados, violencia hacia el equipo de salud y graves casos de estrés laboral. La AMAP ha venido denunciando la preocupante realidad que padecen los jóvenes profesionales que transitan la residencia, a la que ha señalado como trabajo esclavo sobre todo en el interior del país, con jornadas laborales excesivas que alcanzan hasta las 100 horas semanales, y salarios bajísimos. Muchos de los residentes abandonan sus cargos por las malas condiciones en que se ejercen.
Situaciones de explotación laboral, trabajo no registrado, salarios inapropiados, malas condiciones de trabajo se repiten en cientos de clínicas y sanatorios de todo el país, y llegan en algunas ciudades provinciales a registrar más del 95% de trabajo en negro, por mencionar solo un indicador muy representativo.
Otro problema que la AMAP ha resaltado como muy serio es el estrés laboral a causa de estos factores que se han enumerado y a los cuales se suma el pluriempleo y la violencia que ejercen los empresarios de la salud sobre los colegas. El síndrome de burnout y las enfermedades profesionales crecen en nuestro colectivo.
A esto se suma otro hecho que desde el sindicato se ha analizado largamente: las consecuencias sobre la vida familiar y personal de las circunstancias en que se ejerce hoy la medicina. La AMAP ha logrado incorporar muchas mejoras y en solo ocho años de trabajo con personería gremial ha contribuido a dignificar el trabajo de sus asociados, sin embargo queda pendiente mucho por hacer, y en ese sentido la tarea gremial es intensa y comprometida con los derechos de los médicos del sector privado.
Desde este espacio les recomiendo leer la carta completa de la colega inglesa porque en ella se ve reflejado el sentimiento de muchos médicos argentinos que padecen la dolorosa realidad de ver cuestionada su vocación. Se trata de sociedades muy diferentes, con situaciones económico/políticas distintas, sin embargo los sentimientos de los profesionales ingleses se emparentan con los de los argentinos. Ambos padecen la crisis de la profesión y las consecuencias de un trabajo en el que se pone el cuerpo y el alma, en el que no se mide lo que se da, y en el que muchas veces se resigna calidad de vida.

Link con la carta orginal publicada en The Guardian

Traducción de la carta «Lo siento, no puedo más hacer frente a mi profesión de médico»
Los residentes jóvenes me dicen que soy su inspiración, que soy la única razón por la que tienen esperanza; pueden ver a través de mí que es posible ser mujer, tener hijos y una carrera en el Servicio Nacional de Salud (NHS). Me dicen que soy la única razón por la que piensan que pueden seguir adelante. Los comentarios sobre mi reciente evaluación profesional incluyen conceptos como «excepcional» y “una de las mejores médicas con las que he trabajado”. Tengo casi 40 años y obtuve mi título de médica luego de seis años de estudio, poseo una licenciatura, un doctorado y soy miembro de la Royal College of Surgeons (Colegio Real de Cirujanos). También tengo dos hijos, deudas que me hacen enfermar de preocupación cada mes, un matrimonio que está casi acabado y una úlcera de estómago importante. Trabajo a tiempo parcial lo que implica un ida y vuelta de 100 millas, viajes de tres horas y estar lejos de mis hijos durante 48 horas a la semana porque no puedo darme el lujo de vivir lo suficientemente cerca del hospital. Trabajo 60 horas a la semana de acuerdo al contrato de tiempo parcial.
No puedo pagar para asistir a las conferencias y cursos que necesito para desempeñarme como consultora, y no puedo pagar mi último exámen. Tampoco puedo abonar mis honorarios al Consejo Médico General, ni mi seguro de defensa médica o mi membresía del Colegio Real de Cirujanos por el que he trabajado tan duro para poder ser parte. No puedo pagar la nafta para ir al trabajo cada día.
Este año me han gritado, escupido y pateado. He limpiado los excrementos de alguien que lo necesitaba. He amputado piernas de pacientes graves. Le he dicho a varias personas que uno de sus seres más importantes en el mundo se estaba muriendo. Le he dicho a un enfermo que se estaba muriendo. Le he comunicado a una mujer que su hijo no sobreviviría. No he comido ni bebido nada durante un período de 13 horas más veces de las que puedo recordar. Este año me he despertado nerviosa, con ansiedad, hambre y traumatizada por las cosas que he visto y he tenido que hacer.
En este año he experimentado demasiada presión y sobrecarga. Me ha sucedido varias veces que he llegado al quirófano y encontrar a mi paciente ya dormido, sin haber podido asistirlo o evaluado. He tenido que elegir qué pacientes ancianos enfermos tengo que dejar en camillas durante toda la noche porque no hay camas. Un jefe me ha dicho que “no” cuando le he manifestado que tenía que cancelar cirugías electivas porque había siete pacientes que han estado esperando dos o tres días por una cirugía de emergencia y tenía miedo por su seguridad. Me han dicho que teníamos que mover un paciente moribundo en medio de la noche porque de lo contrario el hospital sería multado.
Este año mis hijos no han tenido consuelo porque no entienden por qué tengo que cuidar de otras personas y no puedo simplemente cuidar de ellos. Este año he pasado cinco días seguidos sin ver a mis hijos a pesar de que todos vivimos en la misma casa. Este año le he pedido a vecinos, amigos y alguien con quién hablé por Skype por sólo 20 minutos para que puedan cuidar de mis preciados hijos.
He estado haciendo esto durante doce años. Este año, por primera vez desde que tenía 13 años, he decidido que no puedo hacerlo más. Mientras escribo esto lágrimas corren por mi cara, porque todo lo que quería era ser médica y ayudar a otras personas. Pero ya no puedo hacerlo más. Sobre todo cuando veo que no estoy ayudando a alguien como yo quiero hacerlo.
El contrato de médico residente se supone que tiene un “costo neutral” pero para alguien que trabaja a tiempo parcial, significa que probablemente nunca vea que su sueldo mejore. Significa que no podría haberme permitido tener a mis hijos. Quiere decir que las doctoras mujeres que tanto me admiran tendrán que elegir entre los niños o sus carreras. Esto significará que los hospitales pueden hacerme trabajar tantos sábados como les guste, que es el único día que me queda con mis hijos, mi marido hace tiempo que se rindió conmigo.
Esto significa una reducción del 30% de la paga a partir del próximo agosto para mí y cualquier otra persona que trabaja en una especialidad de emergencia.
No es un costo neutral. Tiene tanto costo que ahora tiene un precio demasiado alto que pagar. Mi familia y yo no sobreviviremos con este contrato – financieramente o personalmente.
Es hora de poner a mis hijos primero. Así que perdón a todos los que me han apoyado. Perdón a todos aquellos jóvenes residentes que me admiran y a los que doy esperanza. Perdón a todo las personas de Inglaterra por renunciar a ellas. Simplemente no puedo mirar hacia el futuro ni afrontar más esto.

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