Algunas reflexiones sobre productividad, tecnología y emoción

La introducción del concepto de competencia en paritarias genera un nuevo debate. En salud es imposible de aplicar, sin embargo existen prácticas sanitarias que alejan al médico de su rol social

Por el Dr. Héctor Garín
Secretario General de la AMAP

Desde el Gobierno nacional se pretende introducir en las negociaciones paritarias el concepto de productividad y competencia para negociar salarios o condiciones de trabajo. Gremios como los petroleros, los de la industria láctea o UPCN, entre otros, han incluido clausulas en sus paritarias que responden a estas ideas. En todas las áreas, estos acuerdos implican un recorte del llamado costo laboral, que aunque se pretenda disfrazar como un beneficio para los trabajadores, es siempre una mejora para los empresarios.
Todos los sindicatos tienen claro cuál ha sido la inflación y la pérdida de poder adquisitivo. La enorme mayoría de los trabajadores no tiene margen para resignar ingresos, sin embargo la grave situación de hoy ha llevado a que sus representantes realicen este tipo de pactos. Sería clave que los patrones comprendan que hay que ser solidarios: compartir un poco más lo que se gana, y que no todo siempre se distribuya para el mismo lado.

Medir productividad en salud, una misión imposible
En salud es imposible calcular productividad y competitividad. Atender a una persona que está enferma no puede evaluarse en minutos dedicados, ni en resultados. No es cuantificable. No se puede programar cuántos personas se atenderán en una hora, ni en un mes porque la asistencia médica debe llevar el tiempo que requiera la problemática que aqueja a un enfermo.
Tampoco es fácil entre los médicos, como si lo es en otras actividades, medir presentismo o puntualidad. Si bien puede ponderarse, hay que tener en cuenta que los profesionales de la salud se sostienen económicamente porque trabajan en distintos lugares y a veces una complicación en una cirugía o una urgencia, hacen que puedan llegar tarde –o hasta ausentarse- a alguno de sus cargos. Y acá es bueno recalcar que para el colega la única incompatibilidad es la horaria. La AMAP ha firmado un plus por presentismo con Medicus pero por encima del convenio, no dentro. Este extra es por el cumplimiento del horario, y no implica la pérdida de ningún derecho establecido en los convenios colectivos de trabajo. El problema para los trabajadores es que algunos gremios han condicionado salario a conceptos de producción en el marco de los convenios, no por fuera de ellos como lo ha hecho la AMAP.
Y en este punto es crucial recalcar la vital importancia de contar con sindicatos fuertes para que la balanza no se desequilibre tanto. El médico en soledad no puede enfrentarse a los empresarios, que son poderosos y muchas veces intransigentes. La unión gremial es la clave.

Productividad y tecnología ¿y las emociones del paciente y del médico?
Ya hemos dicho que, en la actualidad, algunos gremios negocian salarios según productividad. Y la producción se vincula también a la tecnología, cada vez más sofisticada. ¿Qué pasa en el sector sanitario con esto? Nadie pone en duda, los avances que las nuevas tecnologías han permitido para mejorar la salud de la población, ni todo lo que se les debe. Sin embargo, si se une el concepto de productividad al de nuevas tecnologías en salud, se corren ciertos riesgos cuando se pretende aplicarlas a la relación con el paciente. Sin olvidar que ciertas tecnologías han significado menos fuentes de trabajo.
Si se invirtiera más en atención primaria y menos en algunas técnicas o aparatología, los costos –que tanto preocupan a los empresarios- bajarían. Pero en este momento muchas prepagas elijen invertir en call centers en los cuales los médicos responden consultas telefónicamente. Hoy se abre un debate sobre los alcances que debe tener la telemedicna porque, por un lado, se le reclama la humanización de la atención y por otro, se crean metodologías de asistencia a distancia.
Hay que tener bien en claro, que los empresarios no recurren a estas nuevas formas de la medicina para favorecer al paciente ni mejorar la atención, sino para ganar plata. Se podría entender el uso de la telemedicina para asistir a alguien que está en un lugar muy alejado sin posibilidad de concurrir a la consulta, pero en una ciudad como Buenos Aires tiene que ver con reducir costos.
El objetivo debe ser mejorar o hacer más rápido los diagnósticos, pero no alejar al médico de la gente. Se debe ver y tocar al paciente para saber qué tiene, y no solo qué tiene sino también qué siente. El paciente no es una lesión que puede fotografiarse para que desde lejos se establezca de qué tipo de patología se trata, sino una persona que espera del profesional contención, calidez, empatía.
El Dr. Diego Bernardini introduce un excelente término que me parece muy apropiado para aquellos que entienden la enorme potencia de la relación con el paciente, él lo aplica principalmente a quienes se dedican a la medicina familiar, pero creo que es extensible a todos. Bernardini habla del emocionometro, que es una tecnología que los médicos deberíamos traer con nosotros siempre: la capacidad de entender al prójimo como una entidad única, formada por cuerpo y alma. Un paciente no es solo quien presenta un problema físico. El médico no debe convertirse en un robot o únicamente en un intermediario. Debemos resistirnos a esto. El médico debe ser también emoción.

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