Opinión. El maltrato a los trabajadores de la salud

En una nota firmada por nuestro secretario General, se expresan los dilemas éticos que enfrenta el equipo de salud y se destaca que la prevención de contagios entre médicos es posible siempre que se provean los elementos de protección personal, que lamentablemente faltan en muchas instituciones sanitarias

LOS TRABAJADORES DE LA SALUD, ¿UNA VARIABLE DE AJUSTE EN LA PANDEMIA?

Por el Dr. Héctor Garín, secretario General de la AMAP

La realidad del coronavirus nos obliga a diario a hacernos nuevas preguntas. Algunas tan duras que es difícil pronunciarlas. Pero como dirigente representativo de los médicos -con mucha experiencia y vivencias, también, dramáticas-, me siento en la obligación de formular algunos interrogantes.

¿Es obligatorio el suicidio? Esta pregunta, metafórica -aunque no tanto-, surge inevitablemente porque muchos empleadores del sector privado de la salud no proveen a los trabajadores de los elementos de protección personal. Y entonces, hoy, somos testigos estupefactos de casos de contagio masivo en algunas clínicas, hospitales y sanatorios, producto de la negligencia patronal.

Como emergentólogo no puedo dejar de traer a esta reflexión un principio básico: no se deben sumar nuevas víctimas en una situación de “desastre o emergencia”. Es decir, la atención de personas contagiadas o con sospecha de haber contraído coronavirus representa un potencial riesgo para el médico; sin embargo no debería implicar un peligro inevitable. Para que la pandemia no se convierta en una causa de muerte, enfermedad, burnout, deben estar garantizadas todas las medidas de protección necesarias. No es imposible.

El personal de salud corre con una ventaja frente al resto de la población porque estamos habituados (cuando los tenemos) a usar elementos de protección personal, nos hemos formado para evitar contagiarnos, sabemos manipular insumos y estamos muy bien formados para asistir siempre a pacientes infectocontagiosos. Pero si no contamos con estos elementos, si se nos obliga a trabajar sin respetar protocolos, si no escuchan nuestros reclamos ni toman en cuenta nuestra voz, nos volvemos absolutamente vulnerables. Hasta las tareas más riesgosas, si se emprenden con garantías son seguras. Un ejemplo extremo: quienes desactivan bombas cuentan con material de protección que evita en un alto porcentaje los accidentes.

¿Somos descartables?

Hoy, inmersos en una pandemia, siendo nuestra función más imprescindible que nunca, sentimos –y es un pensamiento de la mayoría de todo el equipo sanitario- que somos un material descartable. Algunos tienen la extraña fantasía de que si un personal sanitario se enferma no porque ha sido imprudente en la atención de un paciente, sino porque no se le han provisto de los elementos adecuados, será reemplazado por otro, que seguramente correrá la misma suerte sino le aseguran cuidados. Hoy está en juego nuestra salud y nuestra vida, y hay muchos tristes ejemplos: Hospital Italiano, médicos del Chaco, Córdoba, Rosario, colegas del Hospital Gral. Belgrano y el Sanatorio La Providencia, entre otros. Evidentemente hay controles que no se hacen y responsabilidades que no se asumen.

Pero si hay algo que es cierto es que el personal altamente calificado, como el de salud, es muy difícil de reemplazar y menos cuando existe tanta demanda de su tarea. No solo es un desprecio hacia nuestra labor, sino también un gran acto de ignorancia y soberbia.

Somos trabajadores con vocación pero con derechos

La medicina es una ciencia humanística y social que se consideró durante mucho tiempo solo como vocacional, y hasta los propios médicos no la percibían como un trabajo. Hasta que se produjo un cambio hace relativamente pocos años, pasamos de ser profesionales liberales a trabajadores, pero esto no fue acompañado por cambios necesarios en los contratos de trabajo. Así la mayoría de los empleadores (Estado, empresas de medicina privada y ambulancias, clínicas, sanatorios, hospitales de colectividad, etc.), se aprovecharon de estas circunstancias y lograron dar continuidad a la maximización de sus fines de lucro con el personal precarizado sin seguridad laboral, sin ART, sin salario digno.

Los empleadores y el Estado no están cumpliendo con su obligación de proteger a sus trabajadores de salud y en el interior del país el problema se eleva a la enésima potencia, por eso nos enfrentamos a casos tan dramáticos en varias provincias.

Sin Estado no hay salud

Como sindicato médico, defendemos el trabajo médico y el sistema sanitario. Y estamos convencidos de que la salud junto con la educación, el trabajo, la seguridad, la justicia, la economía y la política son los ejes de la República. A pesar de los esfuerzos que se hicieron para hacerlos desaparecer con ideas mercantilistas y neoliberales, siguen de pie. Si los “ajustadores” hubieran logrado su cometido: ¿quién se haría responsable de la crisis?, ¿quién organizaría y comandaría las soluciones?, ¿quién decidiría las medidas de prevención?, ¿quién dictaría las normativas y quién las haría cumplir si el Estado no existiera? Y en nuestro caso, ¿quién hubiera coordinado la emergencia sanitaria sin un Ministerio de Salud?

Por eso decimos desde nuestra más profunda convicción que la salud es una política de Estado siempre pública, independientemente de quien la gestione. Vemos también como comunicadores seudoperiodistas comienzan a denostar a uno de los ejes esenciales del país “la política”, retoman ideas neoliberales de libremercado y absolutamente economicistas, sin conciencia social. Piden a gritos, y logran que algunos colegas los repliquen, que los políticos bajen sus sueldos para destinarlo a los salarios médicos o a la compra de insumos. Con una lógica adolescente que dice “saquémosle a alguien para que nos lo den a nosotros”.

Los médicos no debemos buscar que le quiten nada a nadie, menos un sueldo o un honorario, debemos lograr que nos paguen lo que creemos que merecemos sin que eso provenga del ingreso de ningún otro individuo o sector social. No debemos hacerle el juego a grupos disolventes, que solo piensan en sus intereses personales.

Hoy el médico está ante una disyuntiva importante ¿hasta donde llega su obligación ética de arriesgar su vida y las de su familia si no les dan los recursos y elementos de protección personal que corresponden? Un tema es atender, pero otro muy distinto “suicidarse”.

A los que nos aplauden, les pedimos que no nos aplaudan más en agradecimiento por lo que hacemos, es nuestro riesgoso trabajo. Les sugerimos que aplaudan/reclamen para que los responsables de darnos a los integrantes del equipo de salud los elementos de protección personal, lo hagan y eviten muertes innecesarias por falta de prevención, por ignorancia, por ahorro económico o por desidia.

Como dice el Dr. Ignacio Maglio, abogado especialista en temas de salud, Existe un deber de asistir a las víctimas, pero este deber se debe limitar a que se den las condiciones materiales, psicológicas y espirituales para llevarlo adelante con la provisión de los equipos de prevención personal en forma continua y permanente.

 “No somos héroes, ni queremos ser mártires, somos médicos muchas veces precarizados”

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