Postura institucional sobre la campaña de desprestigio hacia la profesión médica
A raíz del reciente fallo por la lamentable muerte de la periodista Pérez Volpín, se dio un juzgamiento mediático al trabajo de los médicos, sin fundamentos y basados en un total desconocimiento
La AMAP, como entidad gremial representante de los trabajadores médicos, siente el deber de hacer saber su posición en referencia al lamentable hecho que llevó a la muerte a la periodista Débora Pérez Volpin. Entendemos la obligación de la Justicia de esclarecer las responsabilidades en lo sucedido y la de su familia en buscar justicia.
Sin embargo, repudiamos la actitud de algunos medios de comunicación y algunos jóvenes movileros -que parecen haberse recibido de peritos médicos en un curso acelerado- que juzgan antes que la justicia a los médicos involucrado. Por otra parte, nos llamó profundamente la atención las declaraciones del abogado de la querella, Dr. Diego Pirota, que tildó prácticamente de asesinos a los dos médicos actuantes, incluso después del fallo que liberó a uno de ellos y condenó a tres años al otro, creyendo que además de abogado fue investido con el cargo de juez.
Jamás un médico ha sido señalado por acciones dolosas, que conllevan intencionalidad de perjudicar y menos llegar a provocar la muerte de un paciente. Su vocación los lleva a ayudarlos, no a agredirlos, a hacer lo posible para curarlos, evitar sus dolencias y acompañarlos en su momento de muerte.
Esta campaña feroz de desprestigio del trabajo de los médicos no ayuda a la confianza ni contribuye a la relación médico paciente, imprescindible en todo acto médico. Asimismo, pone en duda la actuación del todo el cuerpo profesional y perjudica especialmente a los pacientes. Claro ejemplo de esto es que raíz de esta campaña se han reducido en un 50% el número de endoscopías realizadas, lo que puede generar que a una importante cantidad de pacientes no se les pueda detectar patologías graves en forma precoz, y con mejores posibilidades de curación.
No conocemos acciones similares en los medios de comunicación en contra de otros profesionales que pueden cometer mala práxis, y cuyas consecuencias podrían seguir provocando numerosas muertes de niños por hambre. Un buen ejemplo son los economistas responsables de medidas durante distintos gobiernos, que siguen opinando sobre “lo que hay que hacer” sin percibir que son los responsables de esas situaciones, y sin sufrir ningún tipo de juicios de mala praxis.
Debiéramos considerar algunas realidades que hacen al trabajo médico, como la necesidad de trabajar sin descanso, obligados por la indignidad de los honorarios y de los salarios que reciben para poder mantener de alguna manera, aún a costa de su salud, a su familia. Algo que evidentemente a nadie le importa.
La falta de registración del trabajo, base para su seguridad laboral, para su salario, para contar con una obra social, tener ART que los proteja, disponer de vacaciones pagas y licencias por enfermedad -ya que cuando están enfermos no cobran-, cuestiones que no les interesan nadie, ni al Estado, con quien hemos hablado del tema en múltiples oportunidades sin ninguna solución. Tampoco les importa a los empresarios del sector privado de la salud, que priorizan sus ganancias antes que las necesidades de quienes dan su fuerza laboral y son quienes les permiten obtener los beneficios económicos de sus empresas, ni de las obras sociales, ni los hospitales de comunidad que priorizan otros objetivos ante que darles el lugar de importancia que los trabajadores médicos deberían tener. Ni hablar de los jóvenes residentes médicos que trabajan casi en categoría de esclavos con la excusa de que se están capacitando mientras los explotan como mano de obra barata.
Todas estas consideraciones bajo la atenta y ciega mirada del Estado que permite esta explotación de los médicos sin mover un dedo para ayudarlos, peor aún en este momento que salud perdió el nivel de Ministerio, lo que explica este desinterés.
Esta falta de control sobre el régimen laboral de los médicos va acompañado de la falta de control del Estado sobre los sanatorios, clínicas, hospitales y de los equipos utilizados en el sector salud, librándolo a la buena voluntad o responsabilidad de quienes los utilizan.
La salud es una política y responsabilidad del Estado, tanto en el ámbito público como del privado.
En medio de esta anarquía sin control los médicos siguen trabajando movilizados por su vocación que se manifiesta en su amor y solidaridad que le brindan a sus pacientes, independientemente del factor económico, de su cansancio, llevados por su responsabilidad y humanismo, aún a costa de su propia salud, a veces de su vida y la ingratitud de algún sector de la sociedad, devenida en jueces.
Todo este análisis, ¿es casualidad, cuando sucede en otros países, también? Creemos que no, nada es casual, pareciera una campaña de desprestigio provocado por las mismas razones de siempre: el factor económico. En un momento donde se cuestiona el accionar médico se intenta priorizar la atención a través de otros sectores complementarios del trabajo médico, precarizando las acciones de salud en aras de un menor costo.
La salud es muy costosa, no todos acceden a ella en igualdad de condiciones o en el momento oportuno, sabemos que hay una salud para ricos, otra para los habitantes de la ciudad de Buenos Aires y algunos sectores del gran Buenos Aires, una salud para algunas ciudades del interior, otra para los pobres y a veces casi nada para mucha gente. ¿Esto es también responsabilidad de los médicos?
No existe salud sin médicos.
No existe salud con médicos trabajando en condiciones indignas.
No existe salud con médicos disconformes con salarios insuficientes.