Trabajo no registrado, malos salarios y banalización de la medicina.

Nota de opinión de la AMAP acerca de la baja de médicos de las cartillas de las empresas de medicina privada, la precarización laboral y el desprecio hacia el trabajo del médico

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Una numerosa cantidad de médicos se ha bajado de las cartillas como prestadores de las prepagas, algunos solo han dejado de atender los planes más bajos (que abonan entre $500 y $600 por consulta, contra $800 a $1.000 de los planes altos). Pero este fenómeno no se advierte únicamente en la baja de prestadores de médicos de cartilla (que atienden en sus consultorios), sino también en la reducción del número de profesionales que atienden consultorio externo en los centros médicos propios de las empresas de medicina prepaga (EMP) e incluso en la merma de médicos especialistas que realizan interconsultas de los pacientes internados en clínicas y sanatorios privados. Al mismo tiempo, se ha reducido también el número de profesionales que trabajan para las empresas de ambulancias de atención domiciliaria, lo que provoca importantes demoras en la prestación médica para las urgencias con la consecuente sobrecarga de trabajo de estos profesionales que los lleva al desgaste laboral y al abandono de este tipo de trabajo médico.

Desazón y abandono de las EMP
El valor del honorario profesional, que las distintas EMP imponen (no negocian) a sus prestadores, se venía deteriorando año tras año mucho antes de la pandemia. El aislamiento social obligatorio (ASPO) impuesto por la emergencia sanitaria del COVID-19 implicó también el cierre de los consultorios externos particulares e institucionales, en los que los médicos atienden y cobran por prestación efectuada. Esto significó un duro golpe al bolsillo de los profesionales y un importantísimo ahorro de dinero para las EMP, que continuaron con el cobro normal de las cuotas a sus afiliados. Y muchas de ellas, dueñas de importantes sanatorios, se vieron además beneficiadas con el pago de los ATP por parte del Estado, que cubrió la mitad de sus costos salariales durante la misma etapa.
En algunas prestigiosas instituciones de salud existen aún hoy muchos médicos que no están debidamente registrados (bajo un régimen de relación de dependencia encubierta) y cobran por honorarios, y por esta razón no fueron beneficiados por la ayuda estatal de los ATP. A esos profesionales que continuaron prestando servicios durante la pandemia, se les redujo impúdicamente el valor de la paga mensual con el pretexto de la caída de la facturación. Hoy superada la etapa del aislamiento, no ha habido ningún reconocimiento hacia la labor y el sacrificio de los profesionales por parte de los empresarios de la salud privada. Esta desazón también jugó un papel importante en la decisión de abandonar la atención de los pacientes de las EMP.

Los números no dan
Hoy por hoy, la EMP número 1 del país paga un valor promedio por consulta de $1.700. Si tenemos en cuenta que en la mayoría de los casos un 35% de la consulta se va con la recaudación impositiva, le quedarían al médico unos $1.100. El valor del alquiler del consultorio en CABA es de unos $1.000 la hora. Si el paciente es de primera vez y su caso es complejo, le puede demandar al médico una hora de atención por lo cual su ganancia neta será de solo $100 por la consulta, que cobrará a los 30-60 días. Además, si el consultorio está radicado en la provincia de Buenos Aires habrá que descontarle el costo fijo de matriculación provincial y el aporte obligatorio a la Caja Jubilatoria, que a la fecha ronda los $18.000 mensuales. Como se ve, es un problema netamente matemático: los números no dan.
También hay dificultades en el pedido de médico a domicilio, por dos razones: la desvalorización y la banalización del trabajo del médico, con el único objeto de mantener la rentabilidad empresaria. Antes de la pandemia, la principal EMP le abonaba a un médico clínico por una visita domiciliaria un cierto valor (estimado: $1.000). La misma empresa decidió poner en funcionamiento la atención virtual de los pacientes a través del sistema de “teleconsultas”, abonando un equivalente de ese mismo valor ($1.000) por hora de atención telefónica con el compromiso de evacuar cuatro teleconsultas en ese lapso. De esta manera, brinda un “servicio” de atención médica de pésima calidad, con el ahorro de costo de tres consultas domiciliarias y del envío de remises o ambulancias con médico.

Variable constante de ajuste
La situación es muy delicada. El costo de la salud crece año tras año. Hay actores (empresas) que se quedan siempre con la parte más grande de la torta. El hilo se corta siempre por lo más delgado: el recurso humano en salud, que se ha constituido desde los comienzos de la mercantilización de la medicina como la variable constante de ajuste de un sistema deshumanizado, en el que la vida pareciera haberse convertido en la mercancía legítima del poderoso. Un sistema que se desangra y que, una vez más, tendrá solo dos víctimas: el médico y el paciente.

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