Un minuto de silencio
A dos años del comienzo de la pandemia, la AMAP convoca a realizar un homenaje a los colegas que han perdido su vida durante la atención del COVID-19. La cita es el 19 de marzo a las 12.00 hs en el lugar que cada uno se encuentre
Se cumplen dos años del comienzo de una guerra no prevista. Una guerra contra un enemigo invisible e implacable que nos sorprendió a todos y nos encontró sin armas efectivas de combate, circunscribiendo nuestra acción inicial a lo meramente defensivo, el aislamiento, que nos separó individual y colectivamente del resto de la sociedad. Una guerra bacteriológica que se cobró millones de víctimas fatales en todo el planeta. Lamentablemente, como en cualquier guerra, el enemigo contó en todo momento con la complicidad de muchas personas rebeldes, individualistas, codiciosas y/o ingratas, y de cientos de insensatos negadores antivacunas; pero afortunadamente también existieron millones de compatriotas solidarios que colaboraron con el “ejército sanitario” en combate, y que aún hoy siguen contribuyendo en las batallas finales, vacunándose, usando constantemente alcohol y tapabocas, manteniendo la distancia social y protegiendo a los adultos mayores.
Hoy, 19 de marzo, tras estos 2 largos y sacrificados años de labor en pandemia, en los que se han puesto en evidencia los roles que cada sector de la comunidad ha venido jugando, en una sociedad crónicamente enferma y con algunos valores distorsionados, los médicos de la actividad privada, haremos a las 12:00 del mediodía 1 minuto de silencio en el lugar donde nos encontremos, como un reconocimiento a la memoria de todos nuestros colegas que dejaron su vida en esta guerra, trabajando hasta el final a nuestro lado, en defensa de la vida de todos los integrantes de nuestra comunidad. Pero también, ese minuto de silencio estará dedicado a todos nosotros, sobrevivientes, que también combatimos codo a codo en esta contienda que no dio pausas ni respiro.
Pero asimismo lo haremos:
• porque durante estos 2 últimos años trabajamos sin descanso
• porque desde mucho antes de la pandemia nuestra profesión viene siendo conscientemente banalizada y desvalorizada
• porque estamos hartos de poner el hombro y ser la variable constante de ajuste de un sistema que no se sincera, para beneficio de un reducido grupo de inescrupulosos, y de ser la mano de obra barata de una estructura económicamente redituable basada en el trabajo esclavo (sin horario y en malas condiciones), precario (al desamparo de las leyes laborales) y pobre (salarios y honorarios depreciados)
• porque no se cumplen ¡NI SE HACEN CUMPLIR! las leyes laborales en importantes centros hospitalarios privados de primer nivel muy reconocidos (algunos jerarquizados por organizaciones internacionales de categorización de instituciones de salud que tampoco toman en cuenta al médico), ni se cumplen ¡NI SE HACEN CUMPLIR! las recomendaciones y normativas de los programas oficiales de Garantía de Calidad de la Atención Médica garantizando un número límite mínimo de profesionales según la cantidad de consultas o de internaciones, en empresas que invierten fortunas en publicidades engañosas pero que al mismo tiempo maltratan a todos sus profesionales, desvalorizando su actividad y cercenándoles derechos ineludibles
El recurso humano en medicina es el centro, la piedra angular de la atención médica. La idoneidad, la experiencia y la pericia, la responsabilidad, la honestidad y el trato humano son la llave que permiten asegurar el buen nivel de esa atención. Para ello, la calidad de su formación en el pregrado y de su capacitación en el posgrado son fundamentales, pero nada bueno puede lograrse cuando las condiciones del trabajo médico, tanto psicofísicas como económicas, no están a la altura de esas responsabilidades y exigencias, condicionadas principalmente por una cuestión de costos supeditada a la regla de la renta financiera.
Nuestro malestar y nuestro enojo no pasan a esta altura de los acontecimientos únicamente por cuestiones o reclamos meramente retributivos, sino fundamentalmente por las condiciones de trabajo médico profesional a los que las empresas de salud privada parecieran querer empujarnos a aceptar progresivamente a fin de continuar con la reducción de los costos empresariales, a expensas de la salud de sus empleados, la de sus afiliados y de la calidad de atención y del trabajo médicos. El servicio de salud tiene un costo que las empresas deben asumir como propios, y no transferirlo a sus profesionales generando condiciones de trabajo desfavorables y pauperizando la profesión, ni reduciendo a sus beneficiarios la calidad ni el número de prestaciones.
A dos años del inicio de la emergencia sanitaria por el COVID-19, en los que el daño psicológico y la inestabilidad emocional resultantes parecen canalizarse primariamente a través de la agresión física y verbal hacia cualquier integrante de nuestra comunidad, un porcentaje muy importante de médicos de todo el país, de cualquier especialidad, organización o institución de salud, está atravesando una profunda crisis vocacional, se encuentra desanimado, desmotivado para continuar ejerciendo la profesión, y sin la menor (otrora incondicional) voluntad o predisposición a colaborar con esas instituciones de salud, ni dispuesto a tolerar más atropellos de la mayoría de los empleadores.
Los médicos en Argentina seguimos siendo en la inmensa mayoría MONOTRIBUTISTAS, en hospitales privados de primera categoría de la CABA y en casi todos los centros asistenciales privados del gran Buenos Aires y del interior del país, lugares donde, desafortunadamente, cuentan con la complicidad y la displicencia de las organizaciones médicas colegiadas.
No hay médico en nuestro país que no haya sufrido (y sufra aún) en carne propia abusos de un sistema que prioriza el rédito económico por sobre el solidario; un sistema tan inescrupuloso que es capaz de banalizar nuestro arte y nuestra actividad a costa de la salud de la población a la que está dirigida y con la cual debería estar comprometida, al menos, moral, humanitaria y solidariamente.